miércoles, 7 de septiembre de 2016

El grito de Cronos



Quedó sola, muy sola
aquella silla de luna y anea.
Las calles desiertas,
las puertas cerradas,
la noche sin sombras
entre los vastos campos
de la celeste campiña; 
infinita y oscura.                                                                        
El grito de Cronos
retorció voces del pasado,
 derrumbando fortalezas,
asolando tronos,
torturando a los amantes
agazapados tras las esquinas.
Llegó el futuro
cargado de pena,
apagando el gran escenario,
borrando telones
con penuria de arena.
Los niños germinaron
con hoces en las manos,
segaron el presente
con una cuchilla ciega.
La vida no ríe, ni llora
ni juega, la vida se apaga
por una mecha cansada,
los hombres la tapan,
la llama se ahoga.
Y allí quedó sola, muy sola
aquella silla, de luna y anea.

 Miguel Ángel Cañada 

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