lunes, 17 de abril de 2023

Martín Lorenzo Paredes Aparicio, Mirando al este


Tener entre mis manos otro libro de Martín, y creo que los tengo todos, es pasear por las entrañas de dos amigos: el más antiguo de todos, Jaén, la ciudad que me vio nacer, y a Martín, el poeta, a quien de alguna manera y como tal, he tenido la suerte de asistir a su germinar como autor.
 Leer a Paredes, es comprender la desolación de un casco antiguo en decadencia; la injusta desigualdad social de las mal llamadas personas en peligro de exclusión social, cuando la sociedad ya las ha desechado con la mirada hacia otro lado; el aprecio a las antiguas costumbres jaeneras (recordándome en ocasiones al gran Ortega Sagrista) y la defensa de estas (pongamos como gran ejemplo, el empeño de imitar la Semana Santa de Sevilla, perdiendo la idiosincrasia de la de Jaén). 
Martín Lorenzo Paredes, no sólo es un gran poeta y escritor, es aquel que pone voz a los "callados" con el ritmo de los grandes clásicos de la música, y con la ternura y el amor hacia su mujer y sus hijas, además de ser un buen amigo.

Os dejo unas líneas de la página 60

" El mes amarillo por excelencia ha expirado y el cielo alumbra diciembre. El invierno anticipado se ve en el humo que sale de las chimeneas, en la lluvia que limpia las calles de malas conciencias, en la nieve que reposa en las montañas…

   Es esta época un espacio adecuado para el ejercicio de cualquier tipo de arte, ya sea de forma práctica (dejamos este mandato a los profesionales), o teórica, en la que el iniciado profundiza en los conocimientos de la música, de la literatura, del cine, de la pintura..."

Mirando al este de Martín Lorenzo Paredes Aparicio, Ediciones Seshat

martes, 4 de abril de 2023

Vicente García Mestre, Desinquietudes

 


Os puedo decir que es uno de los últimos libros que han entrado en mi casa, y cuando esperaba un poemario a la vieja usanza, me encuentro un caos perfecto de poesía, pequeños relatos, prosa poética e incluso, alguna que otra reflexión en voz alta, como recuerdos (en uno de ellos me veo reflejado, ya que coincidimos en nuestra época  infantil)

Pues, ese caos perfecto al que Vicente lo ha titulado con el palabro “desinquietudes”, como bien explica en la solapa de la portada, cuando su madre o su abuela le decía muy a lo jiennense: “pero mira que es desinquieto este niño”. Ese niño, no ha dejado de ser “desinquieto”, y ha querido plasmar en este, su primer vástago literario, mucho de lo que quería explotar manchando de buenas letras un libro que te sorprenderá seguro, a mí personalmente lo ha hecho de una forma grata y con ganas de leer más de Vicente.

Para los que tienen los egos subidos de tono en el mundo de las letras jiennenses, que son muchos, intentarán desprestigiar su literatura: no te preocupes Vicente, eso es porque te temen.

 Poema de la página 34

                          28

Él nos guiaba desde la barra del bar.

Profeta de la media noche, filósofo del amanecer,

destilaba sabiduría entre copa y copa

Iluminando nuestras entendederas con la luz que

manaba de sus ojos y sus palabras.

Nadie supo nunca su nombre ni su procedencia.

Apareció un día de verano a cuarenta grados de

alcohol, desvariando entre metafísica de bolsillo y

erudición de cantina,

pero dejando embobados a los vencidos del calimocho

que acudían a escucharle y a convidarle a biscúter y

chatos en la taberna del Desterrado, un judío iraní que

llegó a Jaén huyendo de la turba que quiso apedrearle

por jurar en arameo mientras meaba contra el muro de

los lamentos con la cabeza apoyada en él.

Nadie supo nunca dónde vivía porque jamás se

apartaba de la barra donde permanecía levitando

mientras predicaba su verbo lúcido y tragaba sin

paladear el vino peleón que el judío le servía y le fiaba.

Desapareció una madrugada, dicen que transfigurado

en la viva imagen del Mesías mientras dos arcángeles

vestidos de mugreros lo sacaban inerte de un

contenedor de basura del barrio La Guita, a veinte

pasos de la taberna del Desterrado.

Aún alzamos el calimocho en su memoria las

madrugadas en que los perros nos esperan en la puerta

a que les echemos algo de comer.

Vicente García Mestre